Alfredo Arias: “Lo único que sobrevive a un buen o mal resultado es el estilo”. Alfredo Arias es hombre de fútbol, aunque para darse cuenta de ello tuvo que verlo en la televisión que tenía en su pizzería en una de esas ocasiones en las que el azar está de buen humor.
Delantero de la década de los 70 y 80, Alfredo sufrió la frustración de tener una mentalidad adelantada a su época y cuando se retiró decidió alejarse de un mundo que conocía pero no era capaz de entender. Tuvieron que pasar más de 20 años hasta que el uruguayo encontró su lugar o, al menos, el camino para llegar hasta él. Un camino que a los españoles nos parece habitual, pero que en países como Ecuador, donde el EMELEC de Alfredo acaba de salir campeón, aún es senda tenebrosa.
Comencemos por el principio. Su carrera como jugador se desarrolló entre Uruguay, Chile y México. ¿Cómo era ser futbolista en países regidos por dictaduras?
Como jugador no me afectó. Podría hacer apología de ello, pero el fútbol siempre ha estado apartado de lo que son las ideologías, más allá de que cada uno tenga su pensamiento. El fútbol se aisló de eso, y te digo más: en Chile y en Uruguay, dos países que conozco bien, el fútbol logró tener su sindicato de jugadores. Ni siquiera fue tocado cuando el gobierno lo intentó.
La única vez que sentí que fútbol y política se unían fue en una gira por Europa con la selección antes del Mundialito del ’81. Habíamos jugado en Yugoslavia, Bélgica y Luxemburgo y solo nos quedaba jugar contra Italia en San Siro. El partido se tuvo que retrasar porque iba a ser televisado, algo inusual en esa época, y en una de las gradas había una pancarta contra la dictadura que en ese momento había en Uruguay, así que las autoridades dijeron que no se retransmitía el partido hasta que esa pancarta no se quitara.
También jugaste en España durante el posfranquismo (Real Jaén en la temporada 1978-1979). ¿Cómo era en esos tiempos?
Yo la primera vez que visité España fue con 18 o 19 años porque mi padre es español, y viajamos a Las Palmas antes de ir a Jaén. Cuando llegamos recuerdo que él se agachó, besó la tierra y se puso a llorar. Era la primera vez que veía a mi padre llorar, pero España era la Tierra Prometida, aunque en ese momento era como un perrito que tienes atado un par de días y de repente lo sueltas.
¿Qué tipo de delantero eras?
Yo era un delantero que hubiera funcionado mejor en esta época. No era un delantero alto, ya que mido 1’76 y poco tenía que hacer en las disputas aéreas contra los defensas que en aquellos tiempos se caracterizaban por su gran envergadura. Sin embargo, sabía que era más ágil y hábil que ellos, así que mi gran virtud residía en la anticipación y en estar permanentemente en movimiento.
Eras más un ’10’ que un ‘9’ entonces.
No, para nada. Para mí era un trauma no llevar el ‘9’ a la espalda. Recuerdo un entrenador que un día me dijo que iba a iniciar el encuentro con el número ’14’ y le dije que no, que yo me negaba a no llevar el ‘9’ porque por aquel entonces bien sabes que las posiciones en el campo se reconocían por el dorsal. Y yo era el ariete, el delantero, el ‘9’.
“Más allá de que salgan grandes jugadores de forma habitual, en Uruguay se practica un fútbol muy básico, muy inglés”
¿Cómo ha evolucionado la figura del ariete desde que tú jugabas hasta ahora?
Tuve un entrenador en Montevideo Wonderers que siempre me decía: “para entrar, primero hay que salir”. Al principio no entendía qué me quería decir hasta que un día me cogió y me dijo: “Alfredo, si quieres entrar en tu casa, tienes que estar fuera y viceversa, ¿entendés?, pues en el área es similar”. Esto es un poco lo que hacen hoy los delanteros. En el fútbol actual, donde hay constantes permutas de posiciones, al delantero no le basta solo con hacer goles. Tiene que desmarcarse y generar espacios para sus compañeros; entrar y salir una y otra y otra vez para dificultar la marca a la defensa rival y ser impredecible.
¿Es una máxima que tú aplicas a los delanteros de tus equipos?
Ya no hay delanteros o arietes, ahora son puntas. Antes había mucha más presión para un delantero porque si no convertías en 2 o 3 partidos seguidos ibas al banco, y ahora se tiene más paciencia porque se exigen otras cualidades en esa posición. Mira, el máximo goleador de EMELEC esta temporada ha sido Ayrton Preciado, al que yo hacía jugar de volante a pierna cambiada. La ventaja que tienen estos jugadores es que al hacer la diagonal, terminan de frente al arco y en posiciones favorecedoras para rematar.
¿Y qué le dices a tus delanteros para que entiendan que su función va más allá de meter goles?
A Brayan Ángulo, por ejemplo, he tratado de enseñarle lo que yo no sabía hacer. Trabajar los perfiles, que jamás esté de espaldas y que tiene que ser el referente cuando el equipo se lance al ataque. A la semana de llegar a EMELEC le dije que era como Benzema, porque no es ni un goleador ni un creativo puro, aunque mete goles y da mucho aire al equipo en las contras y en el juego ofensivo. Casi sale elegido como mejor jugador del torneo y eso es porque está haciendo las cosas bien.
Pues aquí a Benzema se le critica constantemente su falta de puntería…
Eso es porque no sabe hacer goles feos. A Benzema le mandas un melón y la controla en cualquier situación, pero no se “raspa” por marcarlo. Benzema no tiene el instinto que tienen otros y a Brayan le pasa más o menos lo mismo. Yo siempre le digo que su referencia está en medio de los dos palos, donde la probabilidad de que remate bien es mayor que si entra siempre al primer o al segundo palo. Es un jugador muy joven y aún tiene tiempo y margen para mejorar.
Vamos con Emelec, un equipo que ha salido campeón combinando jugadores muy jóvenes con jugadores muy veteranos
Es curioso que en Sudamérica los jugadores empiezan mucho más jóvenes que en Europa, pero también se retiran mucho más mayores.
¿Eso no es porque la exigencia y el ritmo son mucho menores?
Sí. Aunque el fútbol en Sudamérica tiene que evolucionar mucho, sobre todo en países como Uruguay. Más de una vez me he metido en líos por decirlo, pero es la verdad. Más allá de que salgan grandes jugadores de forma habitual, en Uruguay se practica un fútbol muy básico, muy inglés. El portero saca largo y a disputar las segundas jugadas en campo contrario. Prima más el esfuerzo que la creación y tal y como avanza este deporte eso cada vez es menos eficaz.
¿Y no tiene nada que ver que allí los campos y las instalaciones no son las más idóneas para practicar un fútbol de toque y que los jugadores que despuntan pronto vienen a Europa?
Mira, esa es la excusa a la que todos los defensores del “tiempos pasados fueron mejores” se aferran. Yo llevo inculcando mi estilo desde que comencé a entrenar en categorías sub-16. Si tú intentas enseñarles desde que son pequeños, no hay excusas que valgan. Lo que pasa es que es mucho más fácil que yo le diga al portero que cada vez que tenga el balón intente tirar a puerta y echarle la culpa a los terrenos de juego. Yo salgo jugando desde atrás, intento que los jugadores se asocien siempre y no cambio mi idea por nada.
Me resulta inquietante que tengas un concepto tan contemporáneo porque desde que te retiraste hasta que entrenaste pasaron más de 20 años. ¿Por qué tanto tiempo?
Cuando yo me retiré quería descansar un tiempo, pero poco a poco fui abandonando la idea de trabajar en el mundo del fútbol. En lugar de eso, comencé una nueva vida y monté una pizzería que nos ha mantenido a mi y a mi familia todos estos años.
¿Cómo un hombre que se aisla completamente y que ha crecido practicando un fútbol básico mantiene una visión tan actual? ¿No era lo lógico que “de padre borracho, hijo borracho”?
Claro que lo normal hubiera sido que practicara el fútbol que he conocido, y si hubiera comenzado a entrenar nada más retirarme seguro que hubiera sido así. Pero yo sentía que no tenía la personalidad para ser entrenador y nunca tuve la intención de entrenar hasta que un día de 2008, en una de las televisiones que tenía en la pizzería, vi al Barcelona de Guardiola. Ahí nació el gusanillo que me ha traído hasta aquí.
Hablemos de Guardiola.
Lo del Barcelona de Guardiola era un cosa bárbara. Cuando lo veía pensaba: ¿cómo ese equipo puede hacer lo que todos quisimos hacer y no pudimos o no supimos? Tú estás en España y ya lo ves como algo normal, pero con la idea de fútbol que te he comentado antes que tenemos aquí, donde no se dan más de cinco pases seguidos, para mí era como ver una obra de teatro. En ese momento decidí sacarme el curso de entrenador e iba a intentar que mis equipos practicaran este tipo de juego. Además contaba con la gran ventaja de que al haber estado tanto tiempo alejado del fútbol, me iba a reinsertar por completo.
“Desde que yo tengo uso de razón, lo único que he visto que sobrevive a un buen o un mal resultado es el estilo. Ahí tienes a la Holanda del ’74. El único equipo que, sin haber sido campeón, todo el mundo recuerda”
¿Y cómo inculcabas esta filosofía a los jugadores?
El jugador, más allá del conocimiento del técnico, siempre está atento a la actitud de este y percibe si es un hombre coherente. Si empieza con una idea y mantiene esa idea, al futbolista le das la seguridad de saber cuál es la línea a seguir, sin dudas. Normalmente lo que se suele transmitir es miedo a perder. Miedo a fallar. Y lo peor que puedes hacer es que el jugador perciba este miedo que es del entrenador.
¿Y no te parece justificado este miedo? Al final el entrenador es el que está constantemente cuestionado y tú lo has vivido a mitad de esta temporada.
Claro, por cada puesto en el banquillo hay miles de candidatos. Pero uno tiene que ser fiel a su pensamiento.
¿Independientemente del tipo de jugador que tengas? Cuántos jugadores que han entrenado con Guardiola podrían jugar en el Atleti de Simeone, y viceversa…
Está claro que uno tiene que adaptarse a las características de los jugadores, pero lo fundamental es la idea. Guardiola en el Manchester City sigue fiel a su idea de fútbol y eso no quita que en ocasiones sus jugadores peguen balones largos. También el equipo está haciendo muchos goles de estrategia, algo impensable cuando entrenaba en el Barcelona. Al final lo que hay que hacer es añadir armas a tu planteamiento, pero manteniendo la estructura.
En mi caso particular en esta temporada, nosotros fuimos muy criticados en la primera etapa donde fuimos subcampeones* pese a hacer más puntos que en los últimos campeonatos en los que EMELEC había quedado campeón.
Pero al final esto es un juego resultadista donde lo que prima es ganar.
Sí, y a nosotros la prensa nos machacó y en las redes sociales, ese sitio donde puede opinar cualquiera de lo que quiera sin importar si sabe de lo que habla, pedían que nos fuéramos (N. del A.: Alfredo Arias se negó a dar ruedas de prensa durante la segunda etapa), algo que hubiera pasado si no llega a ser por la confianza del presidente y la directiva.
Pero seguimos y en la segunda etapa salimos campeones y, ¿sabes qué? Yo no cambié nada. La idea y la metodología de entrenamientos no las modifiqué ni un solo día. Claro que hay que tener en cuentas variables como la altura de algunos estadios, que dificulta la alta presión por la falta de oxígeno, pero son situaciones excepcionales.
Y si tú no cambiaste nada, ¿qué fue lo que cambió?
Que los jugadores creyeran en nuestra idea de juego y confiaran en sus cualidades. Yo les he insistido en que un jugador que juegue en la máxima categoría de cualquier país del mundo tiene las virtudes necesarias para hacer un juego de toque.
Esto, unido a que trajimos dos fichajes experimentados, supuso el sustento que nos mantuvo en lo alto de la clasificación hasta el final. Es muy complicado tener a todo el vestuario enchufado y siendo consciente de que en cualquier momento puede ser importante, pero la clave del entrenador reside en saber transmitir lo que quiere y que los jugadores lo capten.
¿Fue más difícil por el hecho de que llegaste con una plantilla ya confeccionada?
Si te soy sincero, siempre que he entrenado lo he hecho cuando las plantillas ya estaban cerradas. Cuando llegué a EMELEC había un muy buen equipo ya conformado. El club tiene una particular política del club, que es muy respetable por supuesto: yo le digo a la directiva las posiciones que necesito reforzar y ellos son los que traen a los jugadores de dichas posiciones que se ajusten al presupuesto. Yo puedo sugerir nombres, pero como la capacidad económica en Ecuador es la que es, toca adaptarse a esta filosofía.
¿Por qué crees se critica tanto a este estilo de juego cuando no funciona?
Evidentemente, porque ocurre pocas veces. Cuando Simeone o Mourinho pierden no son tan criticados como Guardiola, pero porque su estrategia consiste en anular más que en proponer, y la gente que innova siempre tiene más detractores.
¿Cómo reeducas a los futbolistas para que hagan un fútbol que en Sudamérica no se suele practicar?
¿Tú sabes de algún niño que cuando empieza a jugar quiere regalar la pelota? Por muy inferior que se sintiera ante el otro, todo el mundo quiere jugar la pelota y llegar a la portería contraria sin importarle la suya propia. No es cuestión de reeducar, sino de volver a recordarles la idea original que practicaban cuando empezaron a darle patadas a un balón.
Empecé a entrenar en las categorías inferiores de Montevideo Wonderers y ahí es donde me fijé en que es en estas edades donde entrenadores más conservadores, o entrenadores que no saben dar las herramientas a sus jugadores, se alejan de la máxima de disfrutar con el balón y ser protagonistas.
Pero hoy en día hay equipos que juegan al contragolpe y se olvidan de la posesión que están logrando grandes títulos.
Como te he dicho antes, hay que añadir armas a tu estructura y eso quiere decir que en situaciones puntuales quizá hay que jugar a contraataque. Claro que hay conjuntos que viven de esta premisa, pero todo es más fácil si se es poseedor de la pelota. Vuelvo a Guardiola: ¿cuántos de sus equipos han sido al final de temporada el conjunto menos goleado de la competición? Esto refleja una máxima incontestable: es imposible que el rival te haga daño si la pelota está en tu dominio.
Habrá partidos aislados y torneos eliminatorios en los que se puede perder, pero a la larga la idea del fútbol de posesión, unida a otras virtudes que deben trabajarse, es la vía más eficaz para triunfar.
Bueno, creo que muchos pensamos que la gran virtud de los equipos de Guardiola es la forma en la que los jugadores presionan tras perder el balón.
¡Exacto, la presión tras pérdida en campo rival!
Pero otros tantos solo se quedan con el Tiki-Taka.
Yo sigo la idea de Guardiola, pero no quiero imitarle ni evidentemente puedo hacer todo igual que él. A mi el Tiki Taka es lo que menos me gusta. Pero la filosofía de estar atacando constantemente y la alta presión que comienza con los hombres más adelantados es la idea que trato de inculcar. Y te aseguro que hay veces que jugando a 2.400 metros de altura o en estadios a 40º de temperatura con un césped seco y alto es imposible. ¿Y qué tratamos de hacer en estas condiciones? Tener la posesión, hacer correr al rival y atacarles a través del cansancio que les provoca perseguir el balón.
Por tanto, e insisto, lo bueno de Guardiola y lo que yo trato de asemejar es la introducción de distintas variantes en función de la idea principal.
¿Y por eso se es un buen entrenador?
Te aseguro que un buen entrenador no es el que pretende jugar lindo o bonito. Para mí lindo o bonito es un paisaje, un cuadro, una obra de teatro. El fútbol se juega bien o mal, y eso se basa en la coherencia. Para mi un buen entrenador es el que llega el lunes y sabe cómo va a jugar el partido del fin de semana, y durante toda la semana, del primer día al último, entrena para ello. Y por eso es tan gran técnico Simeone como Guardiola, aunque practiquen juegos totalmente antagónicos.
Para acabar ¿cómo un técnico puede ser recordado con el tiempo en un mundo tan cortoplacista como es el del fútbol?
Desde que yo tengo uso de razón, lo único que he visto que sobrevive a un buen o un mal resultado es el estilo. Ahí tienes a la Holanda del ’74. El único equipo que, sin haber sido campeón, todo el mundo recuerda. ¿Qué otros subcampeones se recuerdan tantos años después? Eso es por el estilo tan notorio que Rinus Michels instauró y que con el paso del tiempo todo el mundo quiere imitar.
Un buen entrenador es el que trata de ser coherente con una idea y llevarla a cabo hasta el final, adaptándose a las continuas variantes que este maravilloso juego propone.
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