Viste calentador y camiseta deportiva, se lo ve con unas cuantas libras de más y con su característico bigote. Es Jesús Cárdenas, que pide permiso a su profesora de la Facultad de Educación Física de la Universidad de Guayaquil, donde realiza una licenciatura, para conversar con Viva.
El Jechu, como se lo conoce, fue el goleador del Club Sport EMELEC y – el terror» de Barcelona en los clásicos del Astillero.
Está en el último año de la licenciatura y da clases de fútbol en el colegio Liceo Cristiano de Guayaquil, en el norte de la ciudad.
Vive desde hace 16 años en la ciudadela Vernaza Norte. – Antes era lindo vivir ahí, no estaba el Mall del Sol, ahora ya no se puede vivir ahí, es una locura porque vivo en la parte de atrás, donde entran y salen los vehículos del parqueadero y estoy pensando en cambiarme de casa», cuenta.
Jesús José Cárdenas Vega, de 54 años, nació en Machala, provincia de El Oro, tiene tres hijos: José Alejandro (27 años), Daniela Alejandra (26) y Nicole Gabriela (21) Cárdenas Castro. Está divorciado y por ahora tiene una nueva compañera sentimental – en busca de una felicidad», dice.
Emelecista de corazón
Se inició como futbolista en la selección del colegio Aguirre Abad, luego pasó a la Liga Deportiva Estudiantil (LDE), donde estuvo tres años (1977-1980), de inmediato EMELEC lo contrató y jugó hasta 1994 en el equipo de sus amores.
«Durante catorce años trabajé en Emelec, no me fui a ningún otro equipo, permanecerá fui fiel a este club y en todo este tiempo lo disfruté, fueron los mejores años de mi vida», manifiesta aún casi con la misma alegría con la que festejaba los goles.
El Jechu se considera un emelecista de corazón, equipo con el que salió campeón en tres oportunidades (1988, 1993 y 1994) y obtuvo un vicecampeonato en 1989.
Se considera de carácter alegre y amigable, aunque a veces da la impresión de ser serio. Aún posee el característico bigote con el que se lo identificaba en su etapa de futbolista. Jesús fue el goleador de Emelec con 120 anotaciones, hasta que en el 2007 Carlos Alberto Juárez lo destronó al superarlo con 126 tantos.
La anotación que más recuerda se la hizo a El Nacional en 1988, en el Olímpico Atahualpa. En ese partido EMELEC iba perdiendo 2 a 0, luego empató y el tercer gol lo marcó Jesús, barriendo al portero, dejándolo en el piso y llegando hasta la línea de gol, donde se demoró nueve segundos para convertir. – La intención de quedarme en la raya de gol fue demorarme un poco, pensé en anotar con la cabeza, pero más que todo fue por la actitud del primer tiempo que no estábamos jugando bien», recuerda con ese orgullo característico de un goleador.
Dice que cada partido es diferente, pero los que más recuerda son los clásicos y cuando se inauguró el estadio Monumental (26 de mayo de 1988). – Ahí ganamos a Barcelona y saber que ese año EMELEC pudo quedar campeón en ese estadio», manifiesta.
Uno de los momentos más difíciles como deportista fue por – una lesión fuerte que tuve en la rodilla derecha y a la edad de 26 años me retiré del fútbol», expresa Jesús con tono nostálgico. el universo
EMELEC jechu»
Sueño cumplido
Uno de sus sueños ya se cumplió. – Sacar a un chico de divisiones menores, formarlo, llevarlo a la Selección, que este chico vaya a jugar a Europa y que sea la figura en el equipo donde esté, él se llama Felipe Caicedo», manifiesta.
Jesús junto con Israel Rodríguez, Washington Ruiz y – un grupo de compañeros del trabajo» ayudaron a hacer realidad el sueño de Felipe, que siempre fue ser un jugador profesional y militar en un club de Europa».
selección nacional de fútbol sub-16, 18 y 20. La vida de todo jugador requiere de sacrificios, – tener una buena alimentación, descanso y dejar ciertas cosas que nos gustan», comenta.
Ahora quiere culminar sus estudios y dirigir algún equipo para – llevarlo a conseguir cosas grandes», puntualiza.
Clásicos del Astillero: La batalla futbolística más esperada de Guayaquil
El fútbol ecuatoriano alberga rivalidades históricas que trascienden lo deportivo. Pero si hay un enfrentamiento que paraliza Guayaquil y enciende las pasiones de miles de aficionados, ese es el Clásico del Astillero, protagonizado por el Club Sport Emelec y el Barcelona Sporting Club.
Más que un simple partido, se trata de un choque de titanes, un duelo a muerte futbolística que durante décadas ha escrito capítulos gloriosos en la historia del balompié nacional. A continuación, analizamos los detalles que convierten a este Clásico del Astillero en un evento único e irrepetible.
El origen de una rivalidad centenaria
La rivalidad entre Emelec y Barcelona se remonta a los años 20, con el nacimiento de ambos clubes en el corazón de Guayaquil. Por un lado, Emelec surge en 1929 como un equipo ligado a la Empresa Eléctrica de la ciudad. Por el otro, Barcelona nace en 1919, identificándose con la clase social alta y el sector bancario.
Desde sus inicios, estos factores diferenciadores alimentaron una sana rivalidad deportiva que, con el paso del tiempo, se ha ido intensificando. La lucha por la supremacía futbolística de Guayaquil se convirtió en el motor que impulsa esta apasionante batalla deportiva.
Un duelo de pasiones enfrentadas: Azul vs. Amarillo
El Clásico del Astillero no solo es un enfrentamiento deportivo, sino también un choque de pasiones enfrentadas. Los aficionados de Emelec, identificados con el color azul y plomo, representan el espíritu luchador y aguerrido del pueblo guayaquileño.
Por su parte, la hinchada amarilla de Barcelona encarna la tradición y la clase social alta de la ciudad. Esta diversidad de seguidores añade un ingrediente especial al Clásico, generando un ambiente cargado de emoción y fervor en las gradas del Estadio George Capwell o el Estadio Monumental Banco Pichincha.
Un partido que trasciende lo deportivo: Impacto económico y social
El Clásico del Astillero no solo paraliza la actividad futbolística nacional, sino que también tiene un impacto económico y social considerable en Guayaquil. Los días previos al partido se vive un frenesí comercial en la ciudad, con la venta de camisetas, banderas y otros artículos de los equipos.
Además, el Clásico del Astillero moviliza a miles de personas, desde vendedores ambulantes hasta personal de seguridad y logística. El evento genera una importante inyección económica a la ciudad, convirtiéndose en un factor crucial para el dinamismo comercial de Guayaquil.
Más que tres puntos: La gloria y el drama del Clásico
Para los jugadores de Emelec y Barcelona, disputar un Clásico del Astillero representa la oportunidad de alcanzar la gloria o hundirse en el drama. Un gol salvador en los minutos finales se convierte en leyenda, mientras que un error garrafal puede perseguir a un futbolista durante toda su carrera.
La presión por ganar es inmensa, y el resultado final puede marcar el rumbo del campeonato nacional e incluso el futuro de los entrenadores. Esta carga emocional es lo que convierte al Clásico del Astillero en un espectáculo único, donde cada acción se vive con la máxima intensidad.
Clásico del Astillero: Un símbolo de la identidad guayaquileña
En conclusión, el Clásico del Astillero es más que un simple partido de fútbol. Es un evento que trasciende lo deportivo para convertirse en un símbolo de la identidad guayaquileña. La rivalidad histórica, la pasión de las hinchadas y el impacto económico y social convierten a este duelo en una cita obligada para todo amante del fútbol ecuatoriano. El Clásico del Astillero es una batalla futbolística que paraliza Guayaquil y deja una huella imborrable en la memoria de sus aficionados.
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