Cristian Nasuti, zaguero de Emelec, acepta que se equivocó y que dio vuelta a la página Arroyo. Cuando este mediodía (12:45) EMELEC suba hasta la altura de Quito, para visitar a la U. Católica, el DT Gustavo Quinteros recuperará a un jugador para su defensa: Cristian Javier Nasuti.
El marcador central argentino estuvo ausente en el debut ante Macará, debido a que arrastraba una suspensión del 2012: el 9 de diciembre vio la roja en la ida del desempate por el vicecampeonato contra Liga Deportiva Universitaria y le dieron dos fechas de suspensión por reincidente.
¿De qué?
Del golpe que le propinó a Michael Arroyo cuando su equipo perdía 5-0 ante Barcelona en el Clásico del Astillero. Una patada dada desde la impotencia, que le costó cinco fechas de suspensión (justo reaparecía en ese partido y lo volvieron a expulsar) y que en Internet tiene casi tantas reproducciones como el ‘Gangnam Style’ del coreano PSY.
¿Te preguntan mucho por esa patada?
Bastante, je. Pero qué puedo hacer si es conocida en todo el mundo.
¿Qué pensaste en el momento?
Sentí que el rival estaba sobrando la situación. Hizo algo innecesario que no sé si se hubiera animado estando 0-0… Lamentablemente reaccioné mal, soy muy temperamental y me sentí cargado. Pero enseguida pedí disculpas y reconocí el error.
¿Fueron muy duros?
El presidente Nassib Neme sacó un comunicado repudiando los comentarios de la dirigencia de Barcelona y un grupo minúsculo de la prensa
Sí, me injuriaron bastante. Traté de no darle importancia a lo que decían… Mi familia sabe, al igual que yo, qué tipo de persona soy. Eso me deja tranquilo. Cualquiera se puede equivocar. Yo lo hice. Pedí disculpas. Y ya está.
Y encima te lastimaste…
Sí. Pasa que venía con un esguince de tobillo, estaba jugando medio infiltrado y cuando pegué, justo lo hice en ese sector y me quedó doliendo el tendón.
Lo curioso para este zaguero, de 30 años y 1,80 metros, es que en seis meses en el fútbol ecuatoriano, en 15 partidos jugados para los ‘eléctricos’, lo mandaron a los vestuarios por anticipado en tres ocasiones (dos ante Barcelona), cuando en toda su carrera en la Primera División de su país (83 partidos entre River y Banfield) había visto la roja en dos ocasiones. Tampoco registra expulsiones en su paso por Libertad de Paraguay.
«La verdad no sé qué pueden pensar de mí, pero será cuestión de limpiar la imagen sin darle notoriedad a lo que digan», asume lo que le toca.
¿Cómo se vive el fútbol ecuatoriano?
Es un torneo en el que sacan una pequeña ventaja los equipos grandes, pero es parejo. A los de Guayaquil, al nivel del mar, nos toca ir a jugar con clubes en cancha de altura, eso cuesta. Son 22 partidos por torneo, más que en Argentina. Es una liga bastante competitiva y eso lo marca que en las copas los equipos ecuatorianos hacen un buen papel.
¿En lo personal?
Encontré una ciudad muy linda, que tiene de todo y que me recibió bien. Mi familia me acompaña, los chicos se adaptaron y eso hace todo más fácil. Hay un buen clima tropical para disfrutar y varios argentinos con quienes compartir: Dreer, Klimowicz, Mondaini… siempre nos juntamos a tomar mate o a comer un asado.
¿Y con los argentinos de Barcelona también se ven?
Ahí ya es más complicado. Emelec-Barcelona es un clásico nacional. Es como si fuera Rosario en Argentina y su clásico Newell’s-Central. Toda una ciudad se divide.
¿Cuál es la característica de Emelec?
Es un equipo grande, que tiene una gran hinchada y muy fiel, a pesar de que hace muchos años que no se le viene dando salir campeón. Te llena todos los estadios.
A la hora de jugar, ¿se siente la presión por los casi 11 años sin ser monarca?
Es una presión linda la de tener que pelear por el título. Sabemos que la gente está ansiosa, por eso tenemos que dar lo máximo y encontrar los resultados muy pronto.
¿En la Copa Libertadores a qué aspiran? Le tocaron dos cucos como Vélez y Peñarol…
Pero todos los grupos son peleados y parejos. Puede que sea difícil, son los últimos campeones de Argentina y Uruguay. Ojalá estemos a la altura.
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