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Dentro del tema : EMELEC | Fútbol
Autor del texto : Páginas Ecuatorianas
Fecha de publicación: 27 Dic, 2018

Alberto Spencer, el mejor futbolista ecuatoriano de todos los tiempos, máximo goleador histórico de la Copa Libertadores, no solo ha sido un símbolo de ese Peñarol fantástico, también fue un hombre abierto, sencillo al que la fama no lo perturbó.

Cabeza Mágica también fue el gestor de algo intangible que se percibía en el ciudadano ecuatoriano, en la prensa misma de nuestro país: nos habíamos convertido en hinchas del Peñarol; le otorgábamos un afecto especial a sus colores amarillo y negro a rayas. Spencer nos convirtió con su magia en hinchas del equipo uruguayo porque celebrábamos sus campeonatos domésticos, continentales y mundiales, conseguidos en aquella época dorada (jugó en ese equipo de 1960 a 1970).

Por esos días la prensa ecuatoriana celebraba la actuación brillante del Peñarol y de nuestro compatriota. Los aficionados celebrábamos cada actuación maravillosa de nuestro Spencer. Alguna vez me comentó Mauro Velásquez, connotado periodista, que él se había convertido en un admirador de Spencer y que su corazón, siendo abiertamente barcelonés, también era del Peñarol. Le contesté a Mauro que ese sentimiento suyo por el equipo uruguayo de Spencer, a mí también se me había metido. Que esperaba con ansias el resultado en el campeonato charrúa, esperaba además que el Canal 4 de televisión, inaugurado en esos años, transmita alguna imagen de Peñarol.

Yo recortaba las noticias y fotografías de los diarios de nuestra ciudad; o por ejemplo, escuchaba por onda corta la transmisión de la final de la Copa Libertadores en Santiago de Chile, en 1966, en el partido extra contra River Plate de Argentina, cuando Spencer hizo dos espectaculares goles. Éramos hinchas a rabiar del Peñarol de Spencer.

Las preguntas de siempre son: ¿puede ser el periodista deportivo un hincha?, ¿está preparado el periodista deportivo, que creció con el amor a una camiseta, para manejar correctamente el escenario que le genera la pasión y tener un adecuado análisis?

Muchos especialistas critican el hecho de que un periodista deportivo se declare parcial y se identifique con los colores de tal o cual divisa. Hay críticos severos que consideran una transgresión de los fundamentos, que exigen los principales códigos deontológicos de la profesión.

En una discusión sobre el tema que hoy trato uno de los tertulianos de un programa emitido en una importante cadena radial colombiana, sostenía que la mayoría de los códigos éticos coincidían en la inconveniencia del ‘bufandismo’. O sea, lo que se denomina periodismo de camiseta, considerándolo una deformación que lamentablemente desfigura y produce distorsiones éticas que alejan al periodista en cumplir la función social de informar con veracidad e imparcialidad lo que ocurre dentro y fuera de las competiciones.

En Ecuador, como posiblemente en otros países, el periodista no solo se ha hecho hincha de un club, sino que el periodismo deportivo se ha declarado hincha a rabiar de los intereses deportivos regionales. Están listos y preparados con la artillería pesada para atacar el triunfo o criticar abiertamente el fracaso del contendor de la otra región. Y eso sí que es terriblemente dañino.

Me voy a permitir en dar un ejemplo sobre lo que sucedió luego del justo triunfo de Liga de Quito en el campeonato nacional de fútbol, al derrotar a Emelec. Y sin afán de ir en contra de criterio ajeno, me permitiré no identificar ni al autor ni el medio que lo publicó, porque derecho tienen de hacerlo. Lo expongo tal vez como un ejercicio para ejemplarizar el tema del periodista hincha.

Con el titular del editorial ‘¡Liga, más que un campeón!’ el artículo trata de tres consecuencias importantes que produjo la victoria alba. La primera trata sobre el cierre de la hegemonía que había logrado el fútbol guayaquileño entre el 2012 al 2017. Hasta aquí todo es real porque el equipo capitalino fue campeón con méritos, sin que nadie pueda discutir su superioridad. Pero me pregunto: ¿era necesario incluir en este comentario que leí lo siguiente?: “En el cambio de esta hegemonía se puede encontrar una respuesta en las políticas estatales de la época de la Revolución Ciudadana” y luego señala el pago de impuesto a la renta, beneficiando a los equipos de Guayaquil, y que además la publicidad de firmas internacionales y nacionales relacionadas al Gobierno, sostenían al club guayaquileño. O que el ministro del Deporte se hizo presidente de Barcelona y aprovechó las cercanías al poder.

También decía que las nacionalizaciones los beneficiaban por orden del Gobierno, que perjudicaron a El Nacional para quitarles sus ingresos, y que persecuciones al Deportivo Quito y al Aucas fueron motivos suficientes para que Guayaquil tenga campeones y que Quito sufra una crisis futbolera.

Y saco en conclusiones: ¿cuánto pudo ayudar este comentario escrito desde ese apasionamiento que generó el triunfo de Liga?, ¿era necesario afectar con esas opiniones el sentimiento de miles y miles de aficionados del país identificados y orgullosos de los triunfos de los equipos guayaquileños en esos años consecutivos?

Soy del pensamiento de que el periodista, si es hincha de algún equipo, eso no lo hace un mal profesional. Todo lo contrario, lo obliga a tener mayor responsabilidad y criterio. No existe una norma o código que obligue que por ejercer la profesión de periodista de fútbol haya que renunciar al cariño o amor que se adquirió desde niño por tal o cual equipo porque no conocía que luego ejercería el periodismo. Confesarse hincha de un club es también un acto de transparencia, de honestidad con su audiencia que en vez de afectar su objetividad la fortalece.

Investigando si existen reglas sobre el comportamiento que debe asumir un periodista que se declara hincha de un equipo, encontré el manual The essential of sport reporting and writting, que ofrece preceptos que en resumen son: El profesional debe dejar a un lado sentimientos de amistad, de admiración con los dirigentes, jugadores, entrenadores y equipos para poder escribir una historia dura con la máxima imparcialidad. No desconocer que en el fondo eso puede herir sus querencias y afinidades. Tal vez encuentres de los más conocidos y amistades muchas contrariedades, pero en el contexto profesional encontrará las recompensas.

Me declaro aliado del pensamiento del periodista argentino Jorge Barraza, quien cuando trata sobre si el periodista también es hincha sustenta así su teoría: “El periodista no puede permanecer cerrado dentro del frasco de formol del analista sesudo y aséptico, también es un hombre, es un hincha”. (O)

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